En esta semana la Iglesia nos pide celebrar en todo el mundo la JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES, para este evento el Papa Benedicto XVI nos invita a reflexionar sobre la importancia o el valor del silencio.
Efectivamente es fundamental tener espacios de silencio y de soledad para poder escuchar a Dios y nuestro interior, sin embargo, ¡Cuánto nos cuesta la reflexión! Se nos impone vivir desde afuera, se nos dice en que tenemos que divertirnos, trabajar, ... nuestra vida está llena de ruido. El cine, la radio, la televisión, el deporte, las fiestas... nos hacen vivir contra reloj en una absurda precipitación que nos destruye. ¡Qué poco es el tiempo que dedicamos a escucharnos a nosotros mismos! Escuchamos música por horas, platicamos todo el día con unos y otros, ... ¡Y no podemos dedicar un rato a escucharnos a nosotros mismos! En medio de todo, no tenemos tiempo para reflexionar. Y nuestra vida va a la deriva.
Las ideas y decisiones con mayor acierto son porque hemos sabido escucharnos en el silencio y porque al callar podemos escuchar mejor a Dios que nos ilumina con su sabiduría. En realidad las personas siempre tenemos que clarificar nuestras profundas motivaciones. ¿Qué pasa en mi vida? ¿Por qué cambio tanto? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué quiero hacer con mi vida? ¿Cuál es el mensaje que Dios me da? El silencio nos permite examinar nuestras ideas y afirmarnos en nuestros criterios. El ruido y la actividad frenética nos llevan a no pensar con claridad.
El silencio a veces da miedo, porque da miedo enfrentarse a la propia realidad, porque duele el sinsentido de la vida. A veces el hombre es hipócrita al ocultar su dolor y hacer callar su conciencia. Sólo las personas nos enfrentamos con nosotros en la soledad de nuestro yo. Nos encontramos tan vacíos, tan cobardes, que necesitamos hacer ruido como el niño que canta cuando está en la oscuridad. En cambio ¡Cómo fecunda el silencio! Como produce paz, y genera bienestar y deseos de hacer el bien. Es abrirse a descubrir que Dios va dejando su huella, sus signos de amor en las cosas y las personas que nos rodean.
Grandes hombres encontraron en el silencio los resortes más poderosos de su actividad. El desierto fue siempre fecundo. Hay que buscar también un desierto en nuestra existencia; un lugar solitario donde podamos hacernos dueños de nuestra propia vida, donde se pueda examinar cada día la conciencia. Recordemos que el Papa, como gran maestro, ha tocado un valor fundamental para el crecimiento humano: el silencio. Vamos a respetar el silencio de los demás. Vamos todos a escuchar el silencio.
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